Se visten estos seres con mantos de ternura,
y brindan con denuedo, cariño en forma intensa,
sus tiernas manos llevan nuestra mejor defensa,
en contra de vaivenes, que traen amargura.
Semejan sus miradas, la estrella que fulgura,
al darnos su caricia, que tanta luz condensa,
su pecho es la laguna, serena, tan inmensa,
que nunca se le agota, de amor, su fuente pura.
Igual que panaceas, nos curan sufrimiento,
sanando las heridas con grande abnegación,
y tienen sus palabras el dulce sentimiento
que llena de alegría a nuestro corazón.
¡Las madres son del mundo maravilloso unguento
que saben dar alivio con santa devoción!
Autor: Aníbal Rodríguez.