Dicen que el ser humano es el resultado de una serie de decisiones;
cuando éramos pequeños para algunos llevar la vida resultaba mucho más fácil,
aunque bueno, siempre hay sus excepciones, nuestra vida se basaba en lo
que nuestros padres, abuelos o tíos nos decían o creían que era lo mejor para nosotros,
nos enseñaban modales y valores que deseaban que cultivabáramos para ser mejores personas,
hacían lo posible para brindarnos una buena base para nuestro futuro como por ejemplo ingresar a
alguna escuela de natación, aprender un nuevo idioma, tocar algún instrumento, leer libros, estudiar
en las mejores escuelas y así es como ellos se sentían que estaban haciendo bien su trabajo como adultos,
pero la pregunta es:
¿Ya con eso íbamos a ser felices? ¿eso nos aseguraba tener calidad de vida? ¿Así es como nos íbamos a sentir
plenos y completos?
¡Es triste!, ¡Si, si lo es!, porque desde pequeños nos robarón la libertad de elegir, de romper con los
modelos de referencia, de seguir ciertos patrones para sentir que en realidad progresabámos, por un 10 en algún
examen, o por como se referían los mayores ante nuestro padre, se les olvidó mostrarnos que un título no te
hace mejor que alguien más, que hablar otro idioma no te hace saber expresarte ante los demás, que leer
libros no te hace intelectual.
Nuevas generaciones no los insto a la rebeldía, los insto a ver mucho más allá, a comprender que
los seres humanos somos complejos, pero que la vida sería mucho mejor si en realidad nos
preocupáramos más en ser humanos de verdad, en no preocuparse si no estás siguiendo un ciclo de vida,
mejor preocúpate por ser feliz, y por seguir tu propia libertad, por expresarte mejor con los que te rodean,
por enseñar y aprender de los demás, en tratar con amor y tolerancia cuando otros no tengan tu misma mentalidad
en recoger esos valores y aplicarlos de verdad, en ser genuino y que tu esencia no la cambie alguien más.
¡YO HE DECIDIDO VIVIR BAJO MI PROPÍA LIBERTAD!