Un día salí a buscarte
y me encontré a mi mismo,
pues tú eras yo,
o yo era tú,
o éramos lo mismo
envuelto en un par de pieles
desiguales,
pero no diferentes,
apenas dos trozos
inseparables de lo mismo,
que en una vuelta
del planeta,
se desgajó para asolarse
en sitios separados,
y conocer mejor el mundo;
reconciliadas mitades,
que fueron a parar
al mismo idioma,
conectadas desde siempre
por el llamado del mar,
y el sabor tan peculiar
a poesía,
que se sostiene en la soledad.
Eduardo A. Bello Martínez
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