Pero no quiero mundo, ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!
Quiero llorar porque me da la gana,
como lloran los niños del último banco,
porque no soy un hombre ni un poeta ni una hoja,
pero sí un pulso herido, que ronda las cosas del otro lado.
Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto, a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.
Del libro: POETA EN NUEVA YORK
FEDERICO GARCÍA LORCA