Miro al cielo, y me pierdo, me transporto,
viajo a lugares remotos,
siento que mi pensamiento trasciende los espacios,
y escucho voces que me hablan desde mundos perdidos.
¿Acaso somos los únicos?
Imposible.
Sería absurdo pensar
que somos los primogénitos del Universo infinito.
Vanidad extrema,
pensamiento primitivo del que mira las estrellas,
sin saber que seguramente es observado,
pero… ¿desde dónde?:
¿acaso desde un planeta distante?;
¿o caso desde aquí mismo…?
¿Amigos o enemigos? – Nadie lo sabe.
Más, eso ya nada importa, es algo sin sentido:
En realidad no somos más que arqueólogos
de universos desaparecidos.
Sé que están ahí, lo presiento, los imagino,
como pudieran imaginar Calvert o Schliemann la Troya de sus sueños,
guiados por sueños homéricos o por homéricos delirios.
Simplemente eso somos, arqueólogos de los cielos infinitos
No importa que utilicemos poderosos telescopios.
Mientras más poderosos, más tiempo transcurrido,
aunque la Ciencia no se rinde,
y espera encontrar, por efecto túnel,
el camino instantáneo hacia lejanas las estrellas.
¿Será Ciencia Ficción?
¿Encontraremos a un Héctor combatiendo con un
Aquiles… ¡y en vivo!?
En todo caso, ¿qué importa?
Son tan grandes distancias, que olvídenlo…
ya no existen,
solo podremos encontrar su mensaje póstumo,
olvidado, perdido.
Pero… ¿quién sabe?
Quizás encontremos agua,
¡líquido divino!
en un planeta Tierra II,
donde jamás existieron humanos,
sin pecado original,
ni odios, ni razas, ni guerras,
todo preservado,
con dinosaurios incluidos…
Solo así podremos seguir soñando
que somos los primogénitos de los cielos infinitos.
Frank Calle (28 /nov/1982 - abr 2018)