Oscar Perdomo Marín
SI YO FUERA RICO
Si yo fuera rico
bailaría con mi violín como un gato sobre el tejado.
Todo el mundo saltaría con mi tambor
en una playa de Zanzíbar.
Cambiaría una tristeza por otra y me emborracharía
con la cucaracha de Frank Kafka para convertirme en hombre.
Saltaría la pared sobre la misma tierra
respiraría el mismo aire
y caminaría por idénticas calles,
pero con zapatos nuevos de piel de oso polar con hebillas de oro.
Sería tan ostentosamente rico
como los relucientes pisos llenos de vacío
del palacio del Sultán de Brunei.
Andaría confortablemente vestido con casimir desechable de Mongolia
y tendría un bastón de marfil, decorado con brillantes
para envidia de Honoré de Balzac.
Compraría el título de señor en primera clase
en el palacio de Buckingham
y con mi jet privado,
rescataría al quelonio más grande de las galápagos
para exhibirlo en la fuente del jardín de mi casa.
Me codearía de tú a tú con el Poder:
el Establecimiento militar-industrial que rige los destinos del mundo,
ese que nos hace creer
que somos libres en un planeta de cadenas invisibles.
Respiraría a sábanas limpias fabricadas especialmente para mí.
Comería sobre manteles tejidos con hilos de plata y decorados
con puntos de diamantes.
Usaría la fragancia más costosa que jamás imaginó Patrick Suskind
cuando escribió El perfume.
Solo una cosa me preocupa, si yo fuera rico:
comprarle a la muerte un pasaporte de vida
o un boleto para permanecer en este mundo
el tiempo que me diese la gana o tal vez,
tomaría del vino más caro, especialmente envasado para mí.
o viajaría en lujosos coches
con la mirada blindada por transparentes cristales a prueba de morteros
y hasta, quizá,
compraría una poceta en la Luna para sentarme en ella
y mirar la tierra desde allí
como una bola de estiércol pintada de azul.