No es un día pleno, lleno de esperanza, de esos que cantas y eres feliz.
Es un día más bien oscuro, donde sientes que la esperanza te abandona y que te has equivocado en todo, sintiéndote un fracasado.
Un día en que es mejor hacer silencio, aislarse, caminar y caminar sin rumbo, estar solo para no decir una palabra de más o herir sin querer. Si de algo me he cuidado en mi existencia, es de no hacer pagar a los demás mis estados de ánimo. No tienen la culpa, por ello prefiero entrar en mi misterio y cubrirme de una fuerte coraza. Rumiar, pensar, reflexionar, llorar (no me avergüenzo de mis lágrimas)…
Alguno me dirá: “médico cúrate a tí mismo”, cruel ironía. Me gusta dar ánimo, acompañar, levantar a quien ha caído, comprender, alegrarme de los logros y éxitos de los otros, pero… pero hoy soy yo quien está tendido a la vera del camino. El forastero que han robado, apaleado y dejado medio muerto, a merced de su suerte. Lo peor es que no espero que pase ningún “buen samaritano” y malgaste su tiempo conmigo.
Siento defraudarlos amigas, amigos, lectores del alma. Hoy no escribo a la esperanza, al amor, a la alegría de vivir, a la plenitud de la vida y al positivismo que me caracteriza, no, lo siento. Quizás no debí escribir estas palabras, pero no puedo escribir otra cosa que no sienta, que experimente en el momento en que me entrego a la escritura. Así soy de simplón y básico.
Sentado estoy en la arena, oteo al infinito, las olas al llegar a la orilla besan mis pies descalzos, cansados; el viento susurra a mis oídos mientras el salitre besa mi piel. Me siento cansado, agotado de esperar algo que jamás llega y quizás no llegará.
Viene a mi mente una de las frases del gran Arjona en una de sus canciones (fuiste tú) : “…o aprendes a querer la espina o no aceptes rosas… las nubes grises también forman parte del paisaje”, no todo es dicha, alegría y estos momentos también se viven en profundidad porque también forman parte del vivir.