Hay el que crece para ser amado,
por que va sembrando sus bondades,
Hay el que crece para ser odiado
por que va regando sus maldades.
Hay el que crece para ser recordado
por que queda por siempre en la memoria;
hay el que crece para ser olvidado,
por que no lo quiere ni la historia.
Hay el que nace para ser amigo
desde su juventud hasta ser anciano;
aquél que siempre te dará su mano,
y nunca jamás como enemigo.
¿Cúal es pues, el detonante en este caso,
si hay un mundo en cada mente?.
Hay quien disfruta del ocaso,
mientras otro lo mira indiferente.
Hay quien se hace juez a conveniencia
según sus criterios o creencias,
y no sentir empatía en las dolencias,
por que nadie es \"mejor\" que su conciencia.
Todos los ríos al mar llegan
para llegar a ser un gran océano,
que les \"hace seña\": con la mano,
y les dice: \"a mi vengan\".
Si fuéramos sí, como un torrente,
y aceptáramos la voz de Jesucristo,
si buscáramos tener su misma mente,
diríamos: ¡\"el amor de Dios, he visto\"!.
Pero mirar el amor de Dios no es suficiente,
es apenas el principio del camino,
podemos saber de Dios en nuestra mente,
pero tener el corazón lleno de vino.
Solo si lo hacemos parte de la vida,
si imitamos al maestro tan amado,
nuestro vivir será adornado,
con el bello recuerdo...que no olvida.
Si tuviera pues, la perspicacia,
de saber lo que es mas noble en este mundo,
viviría, creo yo, con eficacia,
y me dolería perder cada segundo.
Cuando nacemos no sabemos nada,
nuestras acciones cosechan resultados,
alguien puede usarnos como dados,
o alguien puede enviarnos a la espada.
El camino al nacer no está trazado,
en cada pensamiento lo forjamos,
si lo vemos bien, en donde estamos,
es lo que anteriormente hemos pensado.
Autor:Bernardo Arzate Benítez.