Tiene la piel desgarrada
y la vida curtida, madura,
y en su corteza,
guarda las confidencias de los caminantes.
Día tras día,
el árbol es testigo de los tiempos vividos,
su tronco es libro abierto
donde los enamorados firman su pacto
con corazones anidados,
y acaso una bala perdida encuentra su destino…
Y así, con el pasar del tiempo,
los viejos amantes ya tendrán hijos,
y nuevas pasiones dejarán su herida,
¿y el árbol?
sanará cuando llegue el olvido.
Pasarán los años,
tantos como muchos,
¡quién sabe si un siglo!
ya nadie se acordará de lo sucedido.
Se borrarán los nombres de su piel curtida,
que un día fueron grabadas, ante cupido.
Dos generaciones habrán nacido,
y se habrán ido,
y el árbol solo conservará la huella profunda,
que es inolvidable,
es dolor de un día,
que solo recuerda el que la ha sufrido.
Dos generaciones habrán vivido
y ya nadie se acordará de lo sucedido.
Así es el amor, que regala versos en un cedro,
en un olivo…
Así es la memoria que deja una herida,
cuando ha sido profunda, dolida,
y que un día hiciera la bala perdida.
Frank Calle (18 / abril / 1969)