Inmerso en el silencio de la noche estrellada
el álgido manto dormía su blanco sueño,
con sus lenes y frías manos acariciaba
los lastimeros suspiros que herían el cielo.
En la noche estrellada
voces desgarradas atravesaban el suelo,
eran alargados gritos de dolor y rabia
que se hincaban en los fríos ijares del viento,
eran amargos suspiros que hendían el alma
de los espíritus más atrevidos e intrépidos,
eran voces heladas
que cercenaban la garganta del postrer sueño,
eran metálicos golpes de frías espadas
que penetraban en la médula de los huesos,
eran penantes ánimas
que gemían en los cortantes brazos del viento.