Se mostraba el anochecer y la mañana a la belleza
como un descanso que a sí mismo se halla,
como si fuera el retrato de Dios que florece
y lleno de gozo nos bendice,
y así de plena suspira el alma
cuando tiene hermosura en la claridad de la mirada,
y se entrega con amistosa razón
a la paz del corazón.