( El escenario es un anfiteatro, o un vetusto coliseo, o una plaza donde antiguamente se celebraba el agóra. El día es un día cualquiera entre el ayer, el hoy y el mañana. El publico está y no está presente pero deliberan, discuten y no alcanzan nunca un mutuo acuerdo.)
Primera voz
(La Desesperación, el pesimismo, el gusano)
El amor duele y sangra.
Sus flechas siempre fallan.
Causa es de que los reyes caigan.
Nunca ha ganado una batalla.
Es una mentira.
Es una farsa.
Segunda voz
(El Idealismo, lo casto, la religión)
El amor es una espada
cuyo filo defiende y salva.
Uriel la porta, Gabriel la desenvaina.
Es una divina gracia
cuyo sendero conduce
a la esperanza.
Tercera voz
(La Pasión, el deseo, lo sensual)
El amor es la fruta dorada
de Afrodita. ¡Oh, dulce ala
que invita al placer y las llamas!
Llamadlo pecado, error o falacia.
Sobre la piel escribe
ardientes palabras.
Cuarta voz
(La Poesía, el ensueño, la felicidad)
El amor es flor pura y blanda,
es fuego que inflama al alma.
El corazón es su residencia de perla y nácar.
Sus flechas nunca fallan.
Nace de una sonrisa
o de una mirada.
( La audiencia, o el simulacro de audiencia, se deja caer en una nueva oleada de rumores sin orden ni concierto. Pero he aquí que una voz se hace oír. Y el resto calla, pues la voz viene envuelta entre acordes de broncínea arpa y melodía de sirenas)
Quinta voz
(Eros, Quintaesencia, lo etéreo)
¡Oh, mortales! Exaltados por la fama
o abatidos si fracasan,
vencedores del efímero drama
llamado vida, esclavos del karma,
habéis conquistado la tierra llana
y os habéis aventurado en las profundas aguas
y viajado hacia las estrellas lejanas,
pero vuestra existencia aún es enana
comparada a los eónes de las esferas sagradas.
Por favor haced caso de mis palabras
ya que son rocío, ya que son mantras:
Sabed sufrir y llorar,
el aprendizaje yace en las lágrimas;
sabed guiar y perdonar,
pues la luz no condena sino salva;
aprended a compartir y gozar,
para que la pasión no sea insana;
aprended a vivir y transmutar
y a vuestros símbolos les nacerán alas.
No seáis como los necios
que una vida no les alcanza
para entender lo que mis obras
les deparan.
Regócijaos, hijos e hijas del cielo,
abrazad a vuestros hermanos y hermanas,
y sea el amor vuestro estandarte,
y vuestro pilar, y vuestra casa.
(La voz se desvanece pero se eterniza dentro del alma. Aún se oyen las dulcísimas notas del arpa, aún resuena la armoniosa y delicadamente entretejida melodía de las sirenas. La multitud - real o no, proveniente de préteritas eras o del porvenir o de otra versión del ahora - ya no porfía. Todos cantan, y lloran, y bailan...)