Sin que nadie se diera cuenta, entró en el cementerio.
Las tinieblas reinaban por doquier.
Las hojas secas crujían a su paso, dando un aire misterioso.
Una niebla espesa le impedía ver donde se encontraba. Su corazón latía fuerte, el temor se iba apoderando de él.
La luna llena acariciaba con su luz plata las lápidas, las cruces, los monumentos. Las sombras de los árboles parecían figuras infernales que se movían con el viento.
Se sobresaltó al escuchar el canto cercano de un búho.
Los grillos no cesaban su canto y millones de luciérnagas hacia su aparición.
Tenía que llegar a su tumba antes del amanecer. Le era imperioso cerciorarse de que había muerto, de que su nombre estaba grabado en el sepulcral mármol. Que aquel canalla que le había desgraciado la vida hace tantos años, había muerto. No quería ser visto por nadie, por ello optó entrar de noche en aquel tétrico lugar.
De repente sintió pasos. Alguien o algo se acercaba. Sintió cómo su piel se erizaba y se le cortaba la respiración. Tratando de hacer el menor ruido posible, se escondió detrás de un enorme ciprés.
Agudizó todos sus sentidos y vio una sombra que se acercaba. Se aterrorizó. Lo habían descubierto. Quiso correr, mas sus piernas no le respondían.
Dios mío ¿qué hago? Nadie me mandó a venir a este lugar - se dijo con voz temblorosa -
Los pasos se acercaban. Un profundo hedor se iba haciendo cada vez más presente. Se arrepintió de haber estado ahí. Comenzó a temblar.
Unas frías manos le agarraron por los tobillos. Gritó con todas sus fuerzas y perdió el conocimiento.
¿Dónde estoy? - se dijo al despertar -
Se encontraba completamente desnudo. Hacía un calor infernal en aquel lugar. Estaba atado a una columna. Gritó al sentir una mordida en la planta del pié, miró hacia abajo y vio una cantidad inmensa de ratas negras, asquerosas que se acercaban a sus miembros. Se retorció.
Vio una antorcha que se dirigía a donde se encontraba. Nunca en su vida había sentido tanto terror. Quería desatarse, pero mientras más se movía, más se apretaban las cuerdas que lo ataban.
Una terrificante criatura se le acercó. Asemejaba un lobo, un licántropo tal vez. De sus fauces destilaba una sustancia viscosa. No pudo aguantar y vomitó. Aquel ser se le acercó y lamió su piel. Su hedor era insoportable. Comenzó a llorar desesperadamente y a suplicar
Por favor, no me hagas daño. Déjame ir, te lo suplico
De ninguna manera - una voz de ultratumba resonó - Hay límites que no se deben sobrepasar. Este es un lugar de muertos, no de vivos. La noche es mi reino y lo que encuentre dentro de los muros de este cementerio, es mío.
Sintió un dolor profundo en su costado. La horripilante criatura le había arrancado parte de carne y piel. La masticaba con un hambre voraz. Comenzó a sangrar. Siguió gritando desesperado.
Grita todo lo que quieras. Aquí nadie te podrá escuchar. Eres mío y de esta no te salvas.
Otro bocado y le arrancó parte del hombro. Se lo fue comiendo lentamente. Sus gritos aumentaba la voracidad de aquel animal. Quiso morir al instante.
Las ratas a sus pies se alborotaban al sentir el olor a sangre y comenzaron a devorarlo por los pies.
Se retorcía del dolor. Ya no aguantaba más.
La muerte besó su frente cuando la bestia le arrancó la garganta de un solo mordisco. Cesó el silencio y calaron las tinieblas. El resto de su cuerpo fue pasto de otros seres infernales que aparecieron en ese momento.
Un nuevo día amaneció. Todo estaba en calma en aquel cementerio urbano. Transcurría la jornada sin novedad.
Rosa se apresuró a visitar la tumba de su esposo, la acompañaba su hija Luisa de tan solo diez años.
Luisa apura el paso mi niña, ya falta poco para que cierren este lugar. Le llevamos las flores a tu padre y nos vamos.
A llegar al lugar donde reposaban los restos de su esposo, se concentró en sus rezos. Luisa divisó a lo lejos una preciosa mariposa azul celeste. Jamás había visto una igual. Sin decir nada fue detrás de ella. El extraño insecto entró en un monumento que se encontraba abierto. La niña inocente entró con ganas de atrapar aquella mariposa y llevársela a su madre. No tuvo temor, pero a cierto punto la puerta del panteón se cerró. Escuchó unos pasos que se le acercaban. Gritó fuerte, golpeó la puerta del mausoleo, pero nadie la podía escuchar. Unos brazos fuertes la tomaron por la cintura y la llevaron al interior del panteón.
Al darse cuenta de que su hija no se encontraba a su lado, Rosa comenzó a buscarla desesperada. Se unieron a su búsqueda otros muchos, mas de ella ni rastro. Las tinieblas descendieron de nuevo en aquel lugar. Un grito desgarrador se escuchó a lo lejos, de Luisa, de aquella niña inocente, jamás su supo nada.
¿Realidad o ficción?.....quien sabe