Los vientos húmedos de junio
aúllan como lobos gigantescos
en el corazón de la montaña.
La tormenta ruge
con la fuerza de una bestia,
con su voz de trueno
y sus ojos centelleantes
de resplandores azules y violáceos
que azotan la hondonada
con singulares látigos eléctricos.
Luego la lluvia negra torrencial
chispea y golpea con demencia
toda la materia.
Es como un fantasma siniestro
que corre sobre los tejados
dando ensordecedores retumbos
en esta estación gélida y nefasta
que dejará miseria y desolación
en todos los rincones.
Así también tu fría indiferencia
cual tormenta perversa
se desata arrolladora,
golpeando y azotando con fuerza
mi diezmado corazón.
Fui crédulo e ingenuo
como el alma de un niño
por amar tu belleza
y tu sonrisa angelical
de un ser que no era,
sino una alimaña
con maquillaje de mujer.
No me percaté de tus gestos sombríos
que como funesto preámbulo
vino a barruntar desgracias
y descargó sobre mí
alfilerazos y certeros dardos
en mi desprotegido corazón...
Por eso quisiera ser viajero de espíritu libre
y estar perdido para siempre
entre las brumas del tiempo
y luego vagar y vagar en la noosfera,
gozando de reposo y asilo
en el seno de la eternidad.