Los astros han venido alineándose.
El sol se escondió tras la niebla.
Nada le conmueve.
Todos somos liliputienses sobre suelo pantanoso donde nuestras pies buscan remontarse unos a otros sin importar jerarquías por bocanadas de aire, si es que en verdad respiramos.
Pero, ¿De qué hemos de asombrarnos?
Los poetas somos la menos dañina de las subespecies del género humano.
Batracios de branquias incipientes condenados a aguas lodosas con muy pocos llamados a respirar para croar sobre el mundo y, casi ninguno a conocer los labios de un príncipe o princesa, cualquiera sea su inclinación o gusto, para convertirse en una muñeca o muñeco de cuerda como máxima aspiración posible.
Al menos existe un consuelo.
Ya no existen los retos mortales para zanjar el honor que eran un buen modo de evitar nuestra proliferación.
Agradezco nunca haya pesado que sobre mi una sentencia de muerte, pues aquellos que me tienen por blanco, solo disparan insultos para herirme y las heridas causadas por ellos, a pesar del dolor inicial, son energía para mi sangre avejentada; eslabones para seguir escalando la escalera del olvido.
CIBORG MR