Me muevo hacia adelante,
te agarro del brazo, por una
costumbre que aún no he perdido,
y me encamino contigo, o creo que lo hago,
superando la puerta, sin ceder
a la tentación de darme vuelta
para averiguar si la he cerrado.
¿Por qué no dejarlas abiertas
las puertas, para que pasen,
entren y salgan los fantasmas?
¿Por qué cerrar las puertas
que encontramos abiertas? Quisiera,
a esta altura de mi vida, avanzar
junto contigo, dejándome atrás
los viejos recelos y manías.
Trato de agarrarte y no te encuentro.
Trato de acompañar tu paso
y has simplemente desaparecido.
Estoy caminando solo, si es que camino,
si no es un movimiento ilusorio
este avanzar puerta tras puerta,
si de veras están abiertas las puertas,
si no las he cerrado y atrancado,
mientras me muevo con un gesto
que era mi gesto habitual y que ahora
se está volviendo poco a poco incomprensible.