La soledad es la soberana
Del reino que está lleno
De la más absurda oscuridad.
Donde el abandono es eterno.
Es el lugar donde la luz se anuncia
Y se esconde en la lejanía
Del silencio y de la triste melancolía
Que te persigue de noche y de día.
Tras una persistente pendencia
Entre el silencio y la nostalgia.
Las añoranzas cargadas e penuria
Van camino a la dicotomía.
Donde mueren los discursos mudos
Y los inconsecuentes recuerdos,
Que no pueden convivir en la vastedad
De la insufrible oscuridad.
Es el reino donde triunfa
Y enmudece la mente.
Donde los sueños, las ilusiones
Y las fantasías son destruidas
Sin compasión ni misericordia.
El silencio es el rey
De quién todos se burlan de su ley.
Es el que siempre calla.
Ante los gritos inmorales
Y las vociferaciones incongruentes
Que vocifera denuestos mudos
De las vilezas despreciables
De la ruindad perversa y canalla.
Es la soledad la que manda
Exige y ordena.
La que tiene un discurso
Que es un monólogo
Monótono y aburrido.
Los enemigos de la soledad
Se reúnen y juntos combaten el abandono
Imponiendo la bondad ante la maldad
Enfrentado a la lealtad con la falsedad.
La soledad desesperada
Irritada y enfadada
Trata de claudicar.
Buscando que los vientos
Recojan el eco de sus denuestos.
Ella es un pozo lleno de miedos.
Que acosa y te embarga la desolación.
Donde el desamparo te produce dolor.
Es el encierro de la mente en un desierto.
Y el destierro es la tristeza del abandono.
Autor: Antonio Encinas Carranza
De: Lima, Perú