“A veces un simple consejo, sin derecho a ello, puede suponer el mayor de los fracasos”. Opinión propia.
Hoy todos nos vemos aquejados de miedos difusos: miedos a quedarnos al margen, miedo a equivocarnos, miedo a fallar, miedo a fracasar, miedo a no responder a las exigencias propias la mayoría de ellas impuestas desde el miedo también propio. Este miedo se intensifica por una constante y diaria comparación con los demás, con los otros que, incluso y en ocasiones, ni tan siquiera conocemos ni llegaremos nunca a conocer: que están lejos. Es un miedo lateral, a diferencia de ese otro miedo vertical que se da en presencia de lo totalmente distinto y también cercano, de lo desapacible y siniestro: de la nada.
Hoy vivimos en un sistema ultra neoliberal, salvaje, que elimina las estructuras y sentimientos estables en el tiempo de cada cual, que para sumar en productividad rompe previamente el tiempo de vida y hace que lo vinculante, cercano y obligatorio se vuelva viejo y obsoleto al instante o casi. Esta política ya nada temporal sino continua y que llegó para quedarse genera miedo e inseguridad y el neoliberalismo individualiza al hombre convirtiéndolo en un Ser aislado de sí mismo. La individualización que acompaña la pérdida de solidaridad y a la competencia total provoca miedo, miedos. La pérfida lógica y moral del neoliberalismo reza lo siguiente: “El miedo incrementa la producción y la productividad”. Y yo añado: “También resta humanismo y por lo tanto genera miedo, miedos”.
Lázaro.