Entre sus piernas escupió las cenizas como néctar de la noche en la flor compro la inocencia con miedos; sin ganarse el cielo, lo gozo. Construyo un hogar desvaído, cimentándolo de dolor ajeno; sentándola sobre la hoja caída. Con las estaciones destruyo su tallo inyectando en sus lunas la indiferencia, mientras, Ella, paria absurdos. El hombre entrego al hombre unas entrañas de niña... el hombre le pago al hombre con lágrimas usadas. Ella fue la dueña del núcleo, Y en el corazón se consumió. ANTONIA CEADA ACEVEDO