He ahí la roca fija, he ahí la roca muerta;
y a pesar que siempre inmóvil,
el musgo crece en ella y la acaricia,
como si estuviera viva; como si estuviera alerta.
¿Será esa roca un ser viviente?
pues adorna su figura diferente
a muchas otras rocas adyacentes;
y sus cristales brillan con el sol renaciente.
Porque hay seres vivos que parecen muertos,
que solo el cuerpo sin el alma sienten;
y si la roca la erosiona el viento,
al ser humano lo erosiona el tiempo.
Y al final de nuestra vidas,
como roca ahí yacemos...
Sin el alma y sin aliento,
a la tierra regresamos y
llegamos a ser parte de
esa roca tan inerte.