Venus fue el primer planeta que conocí, cálido y siempre a mi lado tras días lúgubres o repletos de júbilo. La historia es simplemente especial. De vez en cuando perdemos el tiempo visitando el espacio, dialogando sobre el resto de los planetas.
Inexplicablemente con los años coincidí con Marte, relativamente frío, pero no lo suficiente para congelarme. No encuentro las palabras para pormenorizar la magia que irradiábamos. Pero no todo es color de rosa, Marte se alejó lentamente sin explicaciones hasta desvanecerse por completo.
Neptuno, llegaste cuando más lo necesitaba, intentaste reparar el daño de Marte paulatinamente. Pero qué podía esperar del planeta más lejano, el más frío.
Sabía a lo que me atenía, el día finalmente llegó. En mi última visita al planeta noté cómo el hielo recorría los satélites de mi Tierra, poco a poco escarchaba hasta perder mis colores.
Es tan complejo, el humano no ha logrado visitar ninguno de estos planetas, ¿Cómo es que llegué a atreverme a tomar mi nave y arriesgarme?. Mi espíritu resiliente persiste mientras el sol derrite lo que resta de hielo en mí.