Era una rosa temprana
que se abría, agradecida,
en los instantes primeros
en que el alba aparecía,
y tomaba los colores
de la púrpura infinita,
que surgían por los cielos
con fervor y pleitesía,
y la rosa, soñolienta,
se mecía con la brisa
y sentía, del nordeste,
ese roce y su caricia,
porque la mar azulada
iniciaba su crecida
y llegaba hasta la arena
para dormir en su orilla...
Y aquella rosa, sin nombre,
tan hermosa y pequeñita,
fue atrapada por los ojos,
singulares, de un artista,
y la tomó para un verso
que llevar a su cuartilla,
y regalar el poema
que resultara a su amiga,
y así se fundió la rosa,
como un beso en la mejilla,
en un soplo de los dioses
y en la esencia de una vida,
porque los versos aquellos
eran pétalos y risas,
con las miradas y esencias
de sencillas poesías.
\"...Y así la rosa temprana
pudo sentir que la dicha,
fue junto al mar, recogiendo,
un poema con mi firma...\"
Rafael Sánchez Ortega ©
17/05/19