A paraísos perdidos van las mariposas
de flor en flor, seduciendo pétalos desechos;
con sus cuerpos erguidos y con tacones altos
acuden con querencia en el día o en la noche.
Viendo caer la lluvia a través de los cristales,
ellas se posan bajo el umbral de cualquier puerta;
en cada oscura noche, desamparada y triste
son el aire de otoño de angustia y desconsuelo.
Vuelven a recaer entre su habitada ausencia
en donde van dejando sus huellas estampadas,
y sus hijos que quedan entre sus propios sueños
serán la oscuridad de un camino malogrado.
Hugo Blair M.
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