Con la regia corona que llevaba tu frente,
radiante parecías, del cielo gran deidad,
en tanto que mi sueño, cubría oscuridad,
en donde fenecía, de pena, lentamente.
Miré tu lindo rostro, sereno y tan sonriente,
cubierto con el velo de negra falsedad,
naciste con el alma tan llena de maldad,
que rompes tus promesas, de forma muy hiriente.
Y fue la tarde triste, mas triste en mi existencia,
oía las campanas sonando a funeral,
pensando en las caricias de gran luminiscencia
que un día me ofreciste de forma virginal;
se siente en mis entrañas la gran efervescencia
del asco que produce traición tan infernal.
Autor: Aníbal Rodríguez