kavanarudén

Licántropo solitario

 

 

Ahí estaba, en la estación principal de su vida, esperando un tren que no llegaba.

Ya está llegando — muchos le decía — confía, no desesperes, ya está por llegar.

Oteaba en todas las direcciones, pero nada.

No quería pensar que no llegaría nunca. Este pensamiento lo llevaba a un túnel oscuro, del cual no vislumbraba la salida. No quería entrar en él y trataba de confiar.

Mientras tanto se deleitaba en el paisaje, en los atardeceres y anocheceres; en el vuelo sereno de las aves, en sus cantos preciosos; en su amado mar que tanto le inspiraba, con el cual se sentía tan identificado; en sus caminatas diarias entre la natura; en su amada escritura; en el compartir sereno con sus amigas y amigos del alma; en la reflexión, en el silencio, en la contemplación. Era un alma simple y complicada a la vez, con una capacidad de amar inmensa. Había sufrido tanto por amor, pero aún creía en ese noble sentimiento y prefería amar, aunque tuviera que sufrir, que “no amar” por temor a sufrir. En el fondo una bestia solitaria, un licántropo maldito que se deleitaba en las noches de luna llena.

Los logros y alegrías de sus amigos, los celebraba como si fueran suyos. Nunca la envidia anidó en su corazón, así de simple era (¿dije era?, perdón, no quiero adelantarme a los acontecimientos).

Tenía su carácter, vaya que sí. Capaz de destruir con tan solo una mirada. Una lengua mordaz, que había aprendido a controlar a duras penas. No olvidaba con facilidad, rencoroso, en fin no era (perdón, de nuevo este “era”) un santo. Humano, muy humano.

Escuchó un agudo silvato, pensó que llegaba su tren, tanto esperado. Se alegró. Bailó, brindó, se emocionó y esperó. Una hora, dos, tres…. Nada. No llegó.

Sus enemigos se alegraron e hicieron una gran fiesta. Fuerte decepción de la cual no se recuperó. Se fue caminando hacia su amado mar. El temido túnel se abrió ante sí. ¿Entrar o no entrar? He ahí el gran dilema.

Se sentó en una piedra en medio del camino y escribió una nota. Sin pensarlo dos veces entró en aquel túnel oscuro y temido.

Alguien lo encontró en posición fetal en una playa desconocida, desierta. En su mano una nota  aferraba que apenas se podía ver. En su rostro una dulce sonrisa. Nadie, absolutamente nadie, lo echó de menos.

¿Quieren saber que decía la nota que aferraba en su mano? No se pudo saber, pues  se fue deshaciendo y cuando quisieron saber que decía, no se pudo, se deshizo por completo.

¿Qué piensas tú (amado lector, amada lectora) que decía? Yo tengo una idea, pero….