La victoria en pausa y quejumbrosa,
arremolinada.
Trazas y restos de un fuego
contorneado con la forma de tus ojos.
Acechas.
Bailas alto y las ganancias o pérdidas bélicas
van perdiendo su lugar.
No hay sitio en la ciudad,
nuestro ímpetu jura luchar por mejores menesteres,
otras lindes.
Corona rota no vale, ni báculo o seda lujosa,
no hay tronos ni magnates que puedan hacer frente
al delito de besar la tierra, de mirar con nuestros ojos.
Ser nuestra propia mortaja;
ojos libres sin yugos que moldeen.