Querida familia
Si un día el médico les comunica que mi cerebro ya no funcionará y que para mantenerme en vida, tendrían que hacerlo en forma artificial. No lo acepten. Contento estoy de haber vivido y amado. He disfrutado de la vida, lo que me tocó. Dolores y sufrimientos me ayudaron a ser mejor persona, más humano. Una hermosa aventura ha sido el vivir, sin duda alguna y de haber tenido la familia que tuve y el gran amor de mi vida.
Denles mis riñones a quienes dependan de una máquina para sobrevivir. Otórguenle la libertad y la felicidad de una vida sana.
No priven la oportunidad que puedan tener algunos de recuperar la visión a través de mis córneas. Será mi mayor felicidad dar esa oportunidad sobre todo a aquellos que jamás han visto un amanecer, un atardecer, una hermosa luna llena, el mar en su inmensidad, los colores vivos de naturaleza, la sonrisa y el rostro de niño, la tierna mirada de un cachorro.
Denle mi corazón a una persona que no haya sentido otra cosa en su vida sino infinitos días de dolor, de miedo e impotencia; de desesperación ante la muerte. Mi corazón siempre fue generoso y quiere seguir siéndolo.
Donen mis pulmones a quienes no tienen la libertad de correr libremente, que se han visto limitados, que no han respirado y apreciado a fondo el aroma de las flores, de la tierra mojada, del salitre marino, de la leña que arde, del verano o la primavera; del perfume o esencia de la persona amada.
Mi hígado, páncreas, intestinos a quien necesite renovar su esperanza de vivir, quien siempre se ha visto esclavo de medicamentos o aparatos, quien ha sido martirizado en su cuerpo para mantener el don de la existencia. Libérenlos y denles otra oportunidad ya que es posible.
Muchos niños mueren por no tener a disposición válvulas cardíacas, dónenlas, se los suplico. No quiero privarles de la oportunidad de vivir. ¿Quién soy yo para impedírselos teniendo la oportunidad de ayudarlos?
¿De qué sirve mi cuerpo una vez que haya dejado de existir? Ser solo pasto de los gusanos o de las llamas. Triste realidad. Por ello, cualquier órgano que sirva para dar vida, no lo duden. Donarlo es mi voluntad.
Nunca fui egoísta, no quiero serlo en la muerte. Si me aman de veras, déjenme seguir viviendo en quién quiere vivir y no puede. Donar es la máxima expresión del compartir.
Un fuerte abrazo. Los amo y amaré siempre.