Vuelve a su casa, el pianista, guapo, atractivo y con más poder. Pues, su fama le hizo ser un hombre de bien. Vuelve Pedro y le indica que en su casa hay un señor y que quería hablar con él. El pianista se asombra, pues, él no tenía a nadie más que su propio trabajo y por supuesto él. El pianista soslayó en deseos y penumbras y en sombras de soledades. Cuando por vez primera vé a su padre biológico en la sala y de su hogar. Él, queda atónito, pues, él creía en ser un huérfano y nada más. Su mente y su memoria fueron al pasado y más aún al ayer, cuando era un niño y apenas el padre se había marchado de la casa. Y le cuenta su historia que decía así…
-“cuando te tuvimos tu madre y yo, fuimos la pareja más feliz del mundo, pero, cuando llegaste a la edad de ocho años se nos acabó el sustento y yo me fui, me llené en busca de comida para tí y para los dos. Pero, llegó a mí, otra mujer a mi vida, y la quise y me hizo olvidarme de ustedes, es un dolor muy fuerte lo que yo sentí, cuando busqué a tu madre yá se había ido de la casa y tú, por supuesto, que creciste como todo un hombre, y no supe más de ustedes, pues, sólo quedé con mis culpas y mi propia desdicha, y buscando a mi hijo, el que yo abandoné, perdóname, hijo mío…”-,
El pianista se llevó sus manos a la cara, pues, fue una gran sorpresa para él. Lo perdonó, pues, no tenía rencor de sus actos sino vergüenza por haber abandonado a su madre en tal situación. Y no quiso más saber de él. Y lo botó de su casa. Su instinto de hijo, le hizo ver el cielo y las nubes, pues, no hay mayor riqueza que la de estar y permanecer juntos en las buenas y en las malas. Y se hizo hombre sí, y fue un gran y triunfador pianista. Y esa tarde, aquella tarde, soñó lo que nunca soñó, ser como el pianista Mozart o Beethoven. Y ser como aquel pianista en que sólo sintió el deseo de amar más a su fiel y único instrumento: el piano. Y siempre con las manos en el piano, limpias y dispuestas a entregar amor y, más aún, las caricias a las teclas blancas y negras que siempre entonaban una canción hermosa y delicada a una mujer con ínfulas de grandeza, cuando su amor lo plasmó en las canciones dedicadas a ellas. Y escribió más y más y entonaba esa canción que a él le fascinaba. Pues, era el pianista que quiso ser como todo un héroe de las teclas blancas y negras. Pues, fue por el camino de la salvación y más aún, por el verdadero camino. Cuando se fue por el rumbo de ser un pianista y con decreto de poder escribir a la vida, pues, se electrizó la manera de ser un pianista con autoría propia. Y fue la noche más esplendorosa cuando descubrió que sus canciones las grabó un señor quien lo seguía a menudo en el bar bohémico y que llegaron a ser las número uno en ondas radiales que las escuchaba el público, fue un gran famoso pianista, pues, en su mundo sólo existían dos cosas, ser famoso o ser un cualquiera. Él, sólo se imaginaba en ser comidilla de los demás y eso no existía para él. Pues, sólo se decía en ser nada en la boca de otro no era su futuro, pues, sí, él, triunfó y, más aún, fue y será un gran pianista. Su ademán de entregar las manos limpias a un teclado de piano se debió en ser a conciencia, la pureza y la gracia en ser un buen pianista. En ser además un escritor con una autoría en canciones más predilectas, y todo se debe a que el principio es y será el haber tomado en sus propias manos el piano. Y tocar desde sus adentros la canción más endecha, más elocuente y más afable la que en la misma soledad se debía de entregar a la tristeza por haber perdido un amor tan real. El pianista sólo soslaya en sombras de soledades tan irreales, pero, que duelen en el fondo de su corazón, y más aún, en la piel. Es como aterrar la idea de ser tan enamorado como es la soledad de un solo desierto. Es como revivir el tiempo y saber que estás en el tiempo. Es como saber que el destino es quizás sólo tiempo en que el deseo se convierta en una incógnita sin descifrar. Es como saber que la incongruencia se torna pesada cuando sabes que el tiempo está cerca. Cerca para amar u odiar y él, “el pianista de la juventud”, lo sabía y más y más en saber que el delirio enfría, más el tormento en saber que amar encierra todo y por demás en ser a conciencia un pianista clásico o romántico con la única distinción en saber que el frío se torna denso y hasta caprichoso en saber que el calor quema como la pasión que él sentía por aquella mujer que ni conocía su nombre. Era él, el hombre de amar y de entregarlo todo, pues, en su interior sólo tenía dos cosas: amor y pasión. Y a ésa mujer que amó intensamente. Pues, el deseo se convirtió en un amor tan imposible de esperar por la verdadera pasión y que él sentía por ella. Aquella mujer no volvió al bar bohémico, pues, se dijo muchas cosas de ella, incluso que todo era una mentira. Como lo fue el cruzar por el frío camino, ella sola. Como es de saber que el camino era pernicioso, angosto y que quizás todo era fraudulento, una cruel mentira que él, el pianista sólo creyó cuando la vió entrar con frío aquella noche en el bar bohémico. Y se dijo que el desierto era su mayor extracción filosófica y su musa, por crear canciones que son de mucha envergadura como lo fue ésta que decía así…
“...Sol Mim Re, la vida en el desierto es más difícil que vivir en la ciudad, pues, con la triste soledad se llena el corazón de sufrimientos, con el sentimiento casi impoluto, cuando la vida allí es como lo bruto que soy un sólo idiota como tú amando más Sol Mim Re…”,
Y sí, se refería a él, a sus manos limpias de desorden, de suciedad o de mugre. Cuando quiso ser como el aire, o como el viento, casi impermeable, de un instinto, casi caprichoso, como lo fue, el pianista clásico, y romántico, que sólo quiso ser como el pianista Mozart o Beethoven. Pero, interrumpió su canción y le dijo a los presentes que.. -“damas y caballeros les presenté mi más reciente composición titulada “La Vida en el Desierto”, espero que ese bolero les haya gustado como a mí me encanta entonar, cantar y tocar a piano, les dejo mi más reciente composición para que puedan apreciar lo mucho que en esta noche estoy triste...por...por un amor que se ha marchado de mi vida y lejos de mi alma…”-, y así terminó por entrada el mensaje que disipó las habladurías de por qué él siempre iba y venía solo. Les quedó a los presentes un alivio de saber que él tenía un amor con quién, pues, vé tú a saber, pero, ella, la mujer del frío camino y que todos sabían de ella, que era un fantasma y de un total frío. Y supo que aquella mujer le debía la vida, pues, le dejó un sentimiento para poder vivir, para poder ser el hombre que todas querían, pero, ella la mujer que él amaba, lo tenía para ella nada más. Y nada más que ella lo tenía, pues, su amor era eternidad y más aún, era un sentido al revés, que tenía que sentir lo que debía de sentir. Cuando el amor era pasión y la pasión era amor. Y el pianista sin sospechar de la verdad, ni de la virtud que le había otorgado el amor a él. Y se debió de enfrentar a la manera de ver y sentir y de percibir el instante en que se sujetó el destino para saber si era amor o no. Y no, fue sólo un mal camino que él había tomado, pues, a la verdad que se fue por el otero el sol. Ella, aquella mujer, con que él había hablado del aquel frío camino y del destino frío, se había ido lejos de aquel lugar, de aquel bar bohémico y lo peor, de su propio corazón. Y le había dejado una marca y un dolor muy profundo, y fue el deseo de haber dejado amor y pasión en su corazón y una lucecita en su alma dormida que despertaba hacia el amanecer dando luz a toda oscuridad. Y la mujer de quién él, el pianista se encontraba enamorado y más aún, quería decirle su amor, pues, era él quien debía de expresarle su amor a ella, y esperaba con locura su llegada y su regreso hacia el bar bohémico donde la había alojado.
Continuará………………………………………………………………………..