Pregúntome cuando
la hoz tinte mi rostro
del pálido gris eternal,
quién aciago y abatido
en mi lecho aguardará.
Quién, cruzando las calles
que aún perpetuas
allí tumbadas seguirán,
murmurando insolente
por mi preguntará.
Qué voz al oreo
ignorando la dádiva
que precede a la verdad,
usando su memoria
de mi se acordará.
Cuando el duelo,
se convierta de nuevo
en olvido y nada más,
quién de mis caricias
su cuerpo necesitará.
Y si los ojos recuperan
a la mañana su luz
cuando perdieron su sal,
quién a mi túmulo
sollozando rezará.
Si mis pasos
marcados hicieron vereda
en la senda al pasar,
quién ese camino
orgulloso seguirá...