Como diáfano cristal que el fondo reverbera
en áureos brillos de refulgente purpurina,
así tu dorada imagen hiere mi retina
con el vivo fulgor de una llama verdadera.
Por tu lecho dorado fluye el agua señera
que rápida se aleja de la montaña albina;
en líquidos cristales mudan la nieve alpina
los apagados ardores de la primavera.
En tus claros y limpios cristales remansados
se miran las cándidas flores del heliotropo;
su fragancia se disuelve como níveo copo
en el fuego de corazones enamorados.
El bruñido azogue de tu corriente plateada
mis sueños arrastra de este mundo a la nada.