¡Oh mujer de mirada cristalina,
a tus plantas me tienes como siervo,
pues me roba, tu imagen bizantina,
esa calma que siempre yo conservo.
¡Una reina de Egipto, muy divina;
en tu rostro precioso siempre observo;
y de forma voraz y repentina,
con grandiosa ilusión el alma enervo!
¡Cual la fuerza del viento, cuando azota
a los barcos en medio de los mares,
de manera animal pasión me brota
con instinto brutal de los jaguares,
que rugiendo feroz, la selva explota
como explotan por ti mis avatares!
Autor: Aníbal Rodríguez.