lazaro sosa cruz

CIEGOS.

 

 

Ciegos...

Atrapados en la ceguera a la que nos han llevado,

una vez nos han despojado de todo, atados

de mente avanzamos hacia la codicia

o lo que es lo mismo: hacia el

matadero de la propia

existencia ciega de

la vida.

 

Ciegos.

Todos, adoradores del ídolo de oro, avanzamos

y seguimos a cara descubierta libres de lazos

y ataduras regaladas, obsequiadas y

entregadas con el sutil veneno

de la necesidad

innecesaria,

espúrea.

Baldía.

 

Ciegos.

Ellos, y nosotros, saqueadores de la belleza;

dioses y semidioses del mundo, espejos

de todo lo que somos:

esclavos de esclavos,

deformantes,

codiciosos,

cómplices.

Vacíos.

 

Ciegos.

...Y ya ciego ocurre que, a veces, sentado frente al mar escucho lo que éste y durante siglos se ha cansado ya de decirnos; alcanzo oír los pensamientos sordos de la gente que pasa a mi derredor con la mirada gacha, silenciosa y pensativa; observando el suelo que pisa, signo inequívoco de que no hay miras lejanas, aspiraciones ni deseos de cambios: es la aceptación de un todo que ha sido preparado a espalda y a conciencia frente a nosotros con la seguridad que implica saberse con la inmunidad y la impunidad total. Y es difícil entonces, muy difícil, no sentir el silencio cómplice y aniquilante que rodea y cubre a la hermandad del asfalto.

Sabemos, pero no podemos. ¿O quizás es que podemos pero no sabemos?.

Lázaro.