Me falta tanto el aire
que es seguro que hoy no moriré.
Te he pensado tanto
que seguro te olvidaré.
Te he extrañado tanto
para poder vivir sin ti.
Y me he esforzado tan poco para dejarte ir
que es imposible que te quedes aquí.
Me he despertado con un piano en la boca
y un réquiem para tu boda,
sólo para castigar y consolidar mi desventurada dicha.
Mi vida fuera de ti, que no es vida para mí,
no es vida, no es vida para ninguno.
Para mi entonces, he de olvidar
la voz que te conjuró,
y el nauseabundo sopor con el que te deseo, y te deseé.
Te dejaré versando esta carta con la mirada quebrada,
pensando, abrazando cada húmeda palabra
y los palmos de humana soledad que he soltado en tinta.
Yo deseando alargarte la estancia sobre mi palma,
la vida sobre mis juventudes y mis canas. La vida me demanda.
Yo deseando aquejar las palabras, ahorrarlas, censurarlas.
Se me crece la soledad en tinta china.