Adán era feliz en el jardín de Edén,
cultivando y cuidando con obediencia
conforme a la voluntad de Dios.
Se me estremece el alma
pensando que debido a su desobediencia
perdió el favor del Señor.
Y así nació la aflicción del alma.
El Edén existe en el corazón
cual perla brillante y ejemplar
que incita a sanar el alma
con íntegra fe.
Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Es perdiendo como aprendemos a valorar
y ese aprendizaje nos ayuda a enseñar
para que otros aprendan a sanar,
amando.
Todos los días del año
debemos proponernos
amar,
vivir,
cantar,
reír
y limpiar el corazón;
debemos ser ejemplos en la familia,
en cada esquina
y en la propia vida.
Y con Dios,
el alma se puede sanar.
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Autor: Millón Durango
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