En ocasiones escucho tu voz perdiéndose en la lejanía, en la corteza del árbol figura el relieve de tu piel, en el cielo nocturno cuento tus lunares y en medio del fuego ardiente me pierdo tal como lo hacía con tu cabello, no recuerdo el color de tus ojos pues nunca los he mirado, sólo siento su calor y a través de las nubes veo su silueta, en mi ventana veo su luz, en el monte sus rayos dispersádose en el cielo, las veces que te besaba te miraba los ojos, aunque estaban cerrados los imaginaba, disfrutaba tus labios y respiraba tu esencia ¿Que oculta tu mirada? ¿A que saben tu boca? ¿Cual es el olor de tu alma?
Mientras te buscaba en las entrañas de un bosque encontré una rosa, pensaba en cortarla y darte una sorpresa, pero era tan bella, pequeña y solitaria que decidí no arrancarla, me recosté en la tierra y platicamos toda la tarde, hablaba del cielo, de la vida y de lo pequeño del mundo, creía que el principio del monte era el fin de la tierra, pensó que la lluvia eran lágrimas de los arbustos, pobre rosa, pequeña e inocente, me besó la frente y me contó sus deseos, soñaba con una mujer de ojos inciertos y brillosos como la luna, de piel tersa como sus pétalos, que tenía una estrella pintada en el rostro y que aquella dama la sonstenía con ternura y amor, te describió perfectamente, como si te hubiera visto antes, como si conociera los secretos que yo no he podido descubrir. Le conté de ti, de mi búsqueda, me pidió que la llevará conmigo, la despojé delicadamente de la tierra, la sostuve en mi mano y seguí mi camino, la cuidé lo más que pude, le di agua, le puse tierra, le entregué mi amor, cuándo te encontré acostada en la tierra entre gallardías y otras flores, con alegría te obsequié la maceta donde se encontraba la rosa, que tristeza la mía al darme cuenta de que estaba marchita, tardé demasiado en cumplir mi tarea y la muerte alcanzó a mi amiga, que linda fuiste tú, al recibirla con entusiasmo, apreciaste el valor de la flor, la guardaste en tu lo profundo de tu corazón y te acercaste a mi oído diciendo que, ya me estabas esperando, que en tus sueños vislumbraste mi camino y que el viento te recitó mi poesía, tomé tu mano, observamos la tierra dónde yacía nuestra compañera y vimos cómo crecía una pequeña rama, un retoño de la rosa.
Francisco C.