lazaro sosa cruz

MÉXICO, ¡¡VALIENTE MUNDO NUEVO!!

 

Cuando en alguna ocasión los que fuimos un día y aún somos emigrantes -, hemos vuelto atrás de nuevo, al lugar de origen y del cual en un momento dado tuvimos que alejarnos, hemos sentido la sensación, al principio y antes de llegar, de que tal vez la gente que dejamos en un momento dado nos espera con los brazos abiertos, ansiosos de saber y recomenzar a partir del tiempo presente todo lo que en un tiempo quedó interrumpido no se sabe bien porqué. En la novela El testigo del mexicano Juan Villoro éste es el caso de su protagonista: que vuelve a su país, a su ciudad de siempre, México DF, y se encuentra que su ausencia aún no ha sido perdonada, que nunca lo fue y que se equivocó si en un momento lo pensó. Este hecho nos ocurre con frecuencia a los que, por la razón que sea, al volver a casa después de años fuera sentimos esta sensación.

 

No he leído aún la novela, pero sí un extenso escrito acerca de ésta y de sus protagonistas, escrito por el escritor mexicano de origen canario Carlos Fuentes en el cual nos dice, en voz del narrador, que “ La ciudad de México le aguarda, al protagonista, cargada de todo lo que éste hubiera querido dejar atrás; allí están aún las personas de su pasado, los mismos problemas, las mismas carencias, la violencia, el desarraigo...” También cuenta Carlos Fuentes que ésta es y ha sido desde casi siempre la realidad de México como país desde hace ya décadas y décadas, desde que, como bien me dijera años atrás en el Club de Prensa Canaria, en Las Palmas de Gran Canaria, alguien que sabía muy bién qué era México, esto ocurre “Desde que hemos descubierto que de la Revolución mexicana apenas quedan las actas de defunsión”.

 

Al protagonista lo espera un país roto, dice Carlos Fuentes; roto y con las mil maneras que tienen los mexicanos de ofenderse, de hacerse daño; las cuentas pendientes y no olvidadas, las sonrisas duras de quienes no quieren ser notados. En otro apartado de la opinión de Carlos Fuentes éste da aviso de que ésta es la realidad en la mayoría de las grandes ciudades del continente: en Bogotá, en Río de Janeiro, en Caracas, en Lima, en Buenos Aires, en La Paz, en Quito... y yo añado de que es algo así como la herencia que allí se quedó del colonialismo español y que tras de la “supuesta” Independencia no se supo dar solución a todo lo malo que allí se creó y generó donde los prejuicios aún escondidos y jamás desterrados están ahí, a la vista de todos para cuando hay que sacarlos a la luz pública como acto de defensa de cada cual, de defensa y de ataque.

 

A poco que, me doy cuenta de ello, leamos a los grandes de la literatura de dicho continente vemos que en el fondo aún hay resentimientos que no se han podido ni olvidar ni erradicar de esa sociedad de hoy y que es hija de esa otra de ayer que fue la sociedad colonial y ama de tantas vidas humanas. En México, según leo y he sabido, acudir al excusado (al baño o lavabo o también al WC ) es ir, por parte de la población blanca descendientes de los europeos, a “Hacer Juárez” y sólo hay que recordar quién fue Juárez para entender qué hay detrás de todo eso: Juárez fue, creo, el primer presidente indio de un país indoamericano tras las Independencas de dicho continente, un hombre que aún a los 16 años era analfabeto de la lengua castellana y que según Carlos Fuentes era “ Un indio anticlerical porque lo habían educado”. Ocurre como en todas las colonias: cuando se le da cultura al colonizado es cuando éste descubre que es un esclavo y no parte del país que le está esclavizando.

 

En esta novela Juan Villoro hace una incursión al campo mexicano, a ese espacio natural del indio nativo y de los hijos de los criollos igualmente expropiados de sus tierras después de que Zapata y Pancho Villa abandonaron a los campesinos mexicanos y que tanto intentara defender Juan Rulfo también desde sus novelas. Y fue a partir de ese momento, del abandono del campesinado mexicano por los que hicieron y promovieron la Revolución mexicana, cuando apareció en México lo que se dio en llamar la Cristiada, la rebelión del interior católico contra las leyes civiles de la Revolución y en particular contra el gobierno “ateo” de los entonces Obregón y Calle en los años 1920-1930. La Critiada según he leído es una acción heroica desesperada e incluso catalogada como insensata. En esta novela de Juan Villoro resulta que la Cristiada, por lo que estoy leyendo, es el símbolo histórico de la derrota de la tierra, el mundo agrario de México en que todo se desplomó hasta el punto en que hoy las tres cuartas partes de la población de México y desde entonces emigraron a la ciudad. La última extravagancia de la Cristiada y de los cristeros, así lo cuenta Carlos Fuentes, fue la de fusilar a los relojes para detener el tiempo que no les hacía caso y derrotado se arrojaban a los barrancos dejando antes sus camisas como símbolo de una presencia y quizás de una derrota...¡¡ Valiente mundo nuevo !!

Lázaro.

Este artículo lo publiqué en el ya desaparecido Diario de Las Palmas (Isla de Gran Canaria) un 23 de agosto de 2011.