Alberto Escobar

¿Qué me resta?

 

Chi lo sa?

 

 

 

 

Todo está escrito.
Solo se me permite
cambiar la caligrafía.

 

 

 

 

Entro en casa a eso
de las diez, de la mañana.
Vengo con la cabeza echa unos
farolillos de feria, zombis
bailando lo que le echen,
bebiendo gasolina, da igual
sin plomo o con plomo, de
noventa, de cien, de ciento
cincuenta y cinco mil quinientos...
Si entras en un after es para guiñar
al sol al subir a tierra desde una
galería de carbón, de cabrón activado...
Antes no puedes salir, si no, ¡para qué
vas!
Salir y preguntarte, ¿Duermo o empalmo?
¿A estas horas..? ¿Para qué?
Entro, como dije ayer, en casa, no hay
nadie, menos mal, no explicaciones y todo
ese rollo, pero me encuentro en la mesilla
que está debajo del espejo, donde te das
el último toque al peinado antes de salir,
un medio folio de pie, plegado.
Lo agarro con el parkinson poblando las
falanges, leo, casi ciego de cansancio:
Fernando Trebujena Pérez, mi nombre,
nacido en.... y así hasta la fecha de mi
muerte, 24 de septiembre de 2031.
La letra era autógrafa, redondilla, de mujer,
¿mi mujer?, con faltas de ortografía de
penal, con el negro como tinta y aciertos
en todo lo que me ha sucedido hasta ahora,
(bueno, tampoco tiene demasiado mérito
si es mi mujer, ¡mejor que me conoce ella!),
con todo detalle de lo que me va a acontecer,
casi a diario, (mañana dice que al cruzar la calle
de la panadería casi me pilla una moto, pues
nada, me espero si veo una moto, pensé con
los ojos perdidos en el cristal).
De lo futuro no fui más allá, no me atreví, ya
sé que voy a morir dentro de doce años...

Aprovecharé lo que me resta, qué remedio.

A ver si sé...