“…mis ojos están ya inertes, mientras la visión persiste, viva, intacta, flotando en lo eterno, en la magia del tiempo.\"
Antonia Palacios
Las noticias, son siempre lo mismas, todo gira alrededor de la política, aunque sería bueno leer un poco de cultura; piensa mientas lee los titulares. María, su sobrina se encarga de regarlos, saca la publicidad insertada, las comiquitas y las revistas que le encanta a su madre porque la diversión de ella son los horóscopos. Siempre lo mismo, repite, Ana, sentarnos en la sala, a esperar que suceda un milagro.
El café de diluye entre las imágenes de rostros conocidos, con opiniones erradas de aquellos personajes. Por un instante, trata de invertir el miedo, todo estaba, que no muy lejos destrozarían la puerta de su casa. Continúa, hojea el cuerpo “D” las fotos son cada vez más violencias, piensa. Hay algo, interrumpe su hermana, o mejor te leo el horóscopo. Como siempre emprende su lectura, sin darse cuenta que Ana, está pálida, Hermes, te dice que será una semana tétrica, Rosana, da un poco de aliento, por lo menos te da una estrella para el favor de los astros. Karla, dice que sabrás de noticias impactantes, mientras le pasa la revista para que vea el tránsito de la luna por la semana.
Ana, se levanta de la silla, dice, tenemos, que ir a ver a la familia Manrique, el hijo de Hortensia lo detuvieron por la bendita política, le allanaron la casa y sólo encontraron un sin fin de gatos. Pero no es lógico, todos sus hijos son militares, gatos no, ¿serán armas, no?
Los gatos, los hermosos gatos de Hortensia, unas bellezas con los que María jugueteaba, los mataron, pero por qué a los gatos. Ana, entregaba con fuerza sus pasos inquietantes al piso desde la sala hacia el comedor para calmarse, repitiendo el recorrido infinitas veces. Sus pensamientos van más allá, pero, estaba allí, justo, como hace años atrás con su abuela, y se dijo muy hacia dentro, menos mal que lee sólo los horóscopos, mejor no les digo nada. Suspira, le responde, sí, es cierto, y simpatizante del régimen. Bueno, más de lo mismo, aquí nadie se salva, ya el otro domingo no enteraremos de otros y así hasta que lleguen aquí, por ser amigos de la familia, como decía mi abuela, son tiempos oscuros en sus reuniones domingueras.
La visita su hermana, su hija, trae en su bolso los diarios. Tradicional, como todos los domingos, leería el destino. Bueno, te dicen, que continúan los problemas legales, y que toda esta semana será tétrica como todas. Predicen, “habrá un luto en la familia”. Perro, cuando sale esto Anita, se muere alguno de verdad y se hace la cruz. Ana, no se voltea a mirar a su hermana, continúa mirando un poco de luz, le responde, es divertido tener algo de reto, esperando las noticias de la semana, con todo lo mudable por crianza, la creencia en algo superior que nos mueve, como lo aclaraba nuestra abuela.
Desde aquél día que fue a saludar a la familia Manrique, la vida es como los horóscopos, nada cambia, sólo la vida de Ana, y muchas veces le pregunto por qué comprar todos los diarios los domingos, de dónde saldaría ese hábito. Ana, mira a María, mientras escucha lo mismo sobre los diarios de su hermana; encoge los hombros y le sonríe, le da un beso, le abraza susurrándole al oído, cuida a tu madre, que no visite a nadie que esté en problemas, este será el último domingo de visitas, verás cómo se abre el día con sueño de reto. María, su compañera de lecturas, le mira fijamente, y le susurra, sé todo, cuando crezca también mi horóscopo, será sombrío como el suyo. Sabe tía, las buenas noticias no salen allí, pero, le tengo una, sé leer tan bien como usted, igual, no le diré nada a mi madre. Ana, se llena de orgullo que no cabe en aquel pequeño cuarto. Se dice para sí misma -queda un simiente en el umbral, uno tras otro harán su brote mientras exista un mensaje libre entre líneas-, en tanto, su hermana está en la puerta, vigilando a los otros, le hace señas a María, que muy rápido envuelve los periódicos, los coloca muy bien ocultos dentro de su bolso, sonriendo. Desde lejos, se escucha un silbato seguido de una voz con tomo alto, - terminó la visita-.
María, se detiene en el patio que da a la salida, levanta sus pequeñas manos ondeando un recorte dominical, gritando repetidas veces, -Cion tía-. Ana, se asoma, logra ver el papel, y sin más, se dice, sí mi sobrina, aprendió a leer muy bien, razón tenía la abuela, todo es mudable por crianza, así, no finalizan las reuniones domingueras.
Largo fue el camino de regreso a la casa. Las letras germinan libre, caminan sin distancia. Todo ahora es quieto. El cielo oscurece, otra vida borrada detrás de unos barrotes como tantos en busca de un país libre. Asimismo, del otro lado, con sosiego se va dilucidando otro nervio semanario para los que rastrean el relámpago cruzando un tiempo, una patria.
Milagro Haack
del libro: Carta de pasar en silencio
Imagen: Collage de Milagro Haack