Abandonarse al cauce de los sueños,
a su caudal fluctuante y misterioso
flotando en superficie o sumergiendo
la frente, el grito, los sentidos plenos,
conlleva otra verdad, un nuevo gozo,
que en apariencia surge del silencio
inhabitado y dúctil, y es en el fondo
un grito que traspasa el miedo.
Un conmovido y penetrante insomnio
al placer de sus aguas me ha hecho ajeno.
Tan sólo al asomar me ahogo
en su orilla insegura y ya no puedo
ni hundir un solo pelo o un dedo solo.