Dichoso Abel que recibió el favor de Dios
y disfrutó la plenitud de su amor.
Dios mira con atención
las ofrendas que hacemos de corazón,
ofrendas de amor,
sin rencores,
odios,
ni intereses.
El amor y el favor de Dios tienen encanto,
rareza y sutil belleza,
un magnetismo especial
que sólo atrae felicidad.
Alguna vez,
todos sin excepción,
lo hemos vivido,
y sentido su toque de amor
que nunca pasa desapercibido.
Si ofrendamos llanto,
nos bendice con el consuelo del Espíritu Santo,
nos restaura y fortalece el alma.
La mirada de Dios
tiene su encanto especial,
es profunda,
impactante,
amorosa
y radiante.
El amor de Dios
no hace acepción de personas,
de sus ofrendas
ni de la marca de sus prendas.
Su carácter es atrayente,
atractivo
y va más allá de cualquier idealismo.
Dios concede su favor
a quienes ofrendan con sacrificio y total corazón.
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Autor: Millón Durango
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