En la antigua casa
llora
en sus teclas
un negro piano.
Las blancas manos
de ella
ensaya la melodía
de sus amores,
una lágrima
furtiva
cae sobre una negra tecla
para desplazarse
con la ligereza
del viento sobre
el piano de la
pradera.
Un suspiro lejano
brota de su angustiado
pecho,
que queda colgando
de su eco.
El vals rinde honor
a la agilidad de sus
dedos.
En el viaje imaginario
sobre la piel del teclado.
Ella enamorada
de la alegre
melodía
busca calmar sus ansias
de prolongar esa agonía
sabiendo que el Danubio
puede ahogar
sus penas.
Cae fuertemente la tapa
y se silencia
la noche.