Remonta sueños crepitos, adustos de alegrías vanas y lejanas,
sosteniendo las capas de las tiernas etapas de su niñez,
ve las vastas escenas de los recuerdos tristes de ese su andar,
caminando a paso incierto, con heridas abiertas de par en par,
buscando en las reliquias de sus ayeres de ensueños, su felicidad,
llorando las ternezas de su senectud, aligerando sus malestares,
perdonando a las tempestades, viejas rivales de sus soledades,
riendo va su alma, sabe que el final se acerca y también la calma,
su mirada es cansada y su decir verdad, su semblante: Luminosidad,
su amor es tan grande y tan vivaz, que parece un imberbe garzón,
entregó todo lo que él podía dar, principalmente… su gran corazón.
Andrés Romo