Anochecen mis ojos
y tus manos de rubíes
encenderán una caricia
a la hora señalada.
¿Quién sabe adónde?
prestos tus hombros
donde apoyaría
cada idea que me impregnas
pecaminosas todas.
Con alegría caería al infierno
por una caricia encendida
por un mar de calor
lava de tu cuerpo
y abrazada a ti
fundirme en el canto eterno
brasero somnoliento
de mis suspiros viajeros.