Jorge Horacio Richino

CINE DE BARRIO

 

 

Aquellos días de cine

gentes a plena emoción

llenaban su corazón

esquivándole al derroche,

mirando cualquier función

… matinée, vermouth o noche.

 

Posados en sus butacas

y al lado de otros sentados

o quizás también parados

más con ojos bien atentos,

parecían embobados

… a prima facie contentos.

 

Comenzado ya el rodaje

 entraba en marcha la acción

y sin mayor dilación

todos cerraban el pico

a excepción de algún borrico

mal educado y bufón…

 

… que no paraba de hablar

mientras la gente chistaba

y por demás se enojaba

armándose flor de interna,

y así el acomodador

encendía su linterna.

 

Un chispazo de repente

en la pantalla se vio

pues la cinta se cortó

y en un febril pataleo

el público enardeció.

¡Oh Dios Santo que jaleo!

 

No faltaba algún guarango

que al toque abría un paquete

todo lleno de panqueques

que en su boca se metía

... mientras hablaba comía

con asqueroso deleite.

 

Cuántas cosas que pasaban

en esas raras funciones

y a pesar de situaciones

sumamente bochornosas,

hoy las guardo como hermosas

y me llenan de emociones.

 

 

 

 

Jorge Horacio Richino

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