RECUPERO el mandamiento
que no se me permitió vociferar
estando yo en el vientre de la mujer
que intenté y no pude o no quise amar.
Cruzó el océano una báscula de ojos…,
examino las sinfonías del fallecimiento
que buscan descanso encima
del témpano de fuego, lejos
y muy cerca de lo que deseamos ser.
Concluí –ayer- que el aspecto
de mis manos es bastante embelesado,
de nata mortífera y hojas de libros
que fueron esmeradamente empastados
por los hijos de tus hijos bastardos.