El agua clara
dejaba en el estanque
su transparencia.
En sol naciente,
en él se reflejaba
muy perezoso.
Y tú mirabas,
veías ese cuadro
con tus pupilas.
Quizás pensabas
en ratos y momentos
de alguna tarde.
Quizás veías
el eco y los recuerdos
de otros instantes.
Pero tus pasos
allí se detenían,
en la ribera.
Desde lo lejos
los montes silenciosos
te contemplaban.
Desde sus cimas
alguna vez lograste
soñar en paz.
¡Cuánta ternura
te dieron esos sitios
tan especiales!
Rafael Sánchez Ortega ©
26/05/19