kavanarudén

No puedo

 

 

¡No puedo! — le dijo el discípulo al maestro —

¿Lo has intentado al menos? — le preguntó —

¡No, pero sé que no puedo! 

¿Cómo puedes saber que “no puedes” cuando ni siquiera lo has intentado?

El discípulo se quedó unos minutos en silencio. El maestro se le acercó. Puso una mano en su hombro y le dijo: 

— ¡Inténtalo! Date esa oportunidad. Después veremos. No mutiles tus alas antes de que aparezcan. Yo estaré aquí, confía. Solo hazlo, repite dentro de tí: “lo voy a intentar”.

El discípulo salió al escenario,  cerró los ojos y comenzó a cantar. Su voz fue tan dulce y armónica que a todos enamoró. Jamás se había escuchado una voz como la suya. Al terminar se caía el escenario de los aplausos. 

Se entrecruzaron las miradas entre discípulo y maestro. Una amplia sonrisa iluminó el rostro de ambos. El discípulo había vencido y comprendió en ese instante, el poder de las palabras.