Sus palabras se filtraban entre las hojas
como si filtrara el café de la mañana,
eran líquidas y jamás se quedaban,
hacían ruido en mis sienes sin repetirse,
marcando indelebles momentos y frío.
Amaneciendo siempre en distinto huso horario
compartiendo la misma cama,
como si cada esquina fuera un continente,
sin contenido etéreo que guardarse.
Una guerra silenciosa sin escape alguno,
que moría sin firmarnos un pacto de paz.
Me probé tantas pieles y ninguna me abrazó,
el tacto y el gusto se volvieron mordidas
desesperados refugios sin luna a la que aullarle.
Y flotaba una nube de sin sentidos alrededor
y nos envolvió la mañana de repente,
otro día en el calendario viviendonos por inercia