La brisa del mar soplaba,
desde el mar hacia la arena,
y en el lugar de la escena,
su murmullo susurraba,
vengo a quedarme sirena.
La sirena sorprendida,
del viento no se quejaba,
pues donde ella habitaba,
tenia bien asumida,
la fuerza que el mar guardaba.
Las olas que la empujaban,
rompían sobre la arena,
el mar cuando se serena,
las espumas dibujaban,
el cuerpo de esa sirena.
Una vez el mar en calma,
solo se oyen las olas,
cuando al sentirse tan solas,
se hace el silencio en el alma,
y se escuchan caracolas.
J. Piñeiro