Amar a Dios
implica algo más que no hacer daño,
es cuidar de los tristes
o angustiados,
que por situaciones de la vida
sienten que su pasión se apaga
y piensan que ya nadie los ama.
Conforme a los mandatos de Dios,
mi propósito es amar a los demás,
tal como me amo a mí mismo.
Que mis buenos deseos
se reflejen en mi mirada
y abrazar con dulzura a toda alma agitada.
Dios,
me encanta que estés conmigo,
me deleito obedeciendo
tus mandatos con respeto,
desde lo más profundo de mi alma,
con cada uno de mis suspiros,
permitiendo que brille mi sol interior con cada latido.
Clamo a Dios
para que ocupe cada rincón en mi vida,
me ilumine con su grata presencia
y me permita sentir su pureza infinita,
refinada en mi esencia.
Bendito seas por siempre
mi Dios de amor,
contigo mi interior se vuelve fuego,
devoción y verdad.
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Autor: Millón Durango
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